Hay lecturas que matan que no podría repetir aun que quisiera, aunque son lo único que repito la mayor parte del tiempo, parrafos que sé de memoria, notas de música de un cuaderno roñoso, y un folio guardado en un cajón antes de volverme el muñeco de los vientos. Letras que no quiero saberme por que duelen, por que en directo hacen sangre, y son heridas que cuando se cierran cojo yo la hoja con mis manos y corto otra vez para que no se me olviden, la última en la barriga ( a lo mejor no es casualidad)
Y hay otras que devoras con ansiendad, hoy he pasado horas leyendo tu vida, casi tres meses, de cosas lejanas en el tiempo que igual ya no tienen sentido, para ti , pero que tienen sentido en un nuevo mundo que es el mío, que es el de un niño al que se le ha roto su mejor juguete, que no tiene otro, que sabe que nada podrá sustituirlo y que escucha consejos en vano, palabras que suenan a hueco, que rebotan en las paredes de un craneo vacio, se golpean entre ellas, se amontonan y se desordenan adquiriendo un nuevo sentido nada parecido al original.
Un mundo nuevo que ha encontrado un remanso de paz, una playa en la que parar una barca cansada de remar, cansada de pintarse por fuera, intentando contener las humedades, aunque sabe que el mar es una fuerza inagotable, que puede con todo y con todas. Pero sabe que como todos los tesoros de las islas no son suyo, si no de algun/a pirata que baro hace tiempo, mucho antes ni siquiera de exixtir, en este mundo digo, que cada uno tiene el suyo. Cambiar unas páginas por otras que no son las mías por un instante bucear en una vida tan distinta, y unas ideas tan parecidas, que a veces me distraen de las mias, de mis 127 noches en vela buscando las señales en la luna, y el mapa del camino entre las nubes. Gracias por tu paz insospechada.